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Karl Weidmann : Cazador de estampas venezolanas   3 comments

No escatimó en recursos, ingenio y vivacidad para retratar la Venezuela que lo conquistó con el azul de las costas,  el esplendor de los tepuyes, la luz de los andes y el rumor del llano. Fue suizo de nacimiento y venezolano de adopción,  falleció el 13 de marzo de 2008, desde su partida a las selvas del cielo sigue haciendo patria con su legado.

Alba Ysabel Perdomo

Fotos: archivo fotográfico Karl Weidmann

 

 Volvió una y otra vez a la Gran Sabana, enamorado del paisaje siempre cambiante.

 

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Karl Weidmann  amó a este país apenas lo vislumbró a través de las ventanas del autobús que lo llevo de Puerto Cabello  a Caracas en 1947. Llevó desde ese instante la luz y el aroma de Venezuela en la piel, tal como  dice una bella y vieja canción. Lo interesante en este caso es que Weidmann decidió revelar ante el mundo el horizonte de esta patria bendita de Dios, primero en forma de documentales y luego fotografiando incansablemente todo lo que  atrapó su atención.

Desde niño lo picó el bichito que impulsa a viajar,  porque habiendo nacido en un pueblo llamado  Embrach y ubicado en Suiza, soñaba cada día con selvas, animales y ríos. En su autobiografía Relatos de un Trotaselvas,  recuerda “el virus de la selva tropical se me pegó a los 12 años cuando leí una serie de cuentos de aventura que tenía como escenario el África Oriental… Estas lecturas me ayudaron a dar forma a una obsesión: llegar a la selva”.

Contó con cierta picardía que su decisión se  vio teñida por la suposición  que para ir a la selva no hacia falta cursar estudios.  Le encantaba deambular por los campos, y era buen alumno en geografía y geometría, saberes que luego le rendirían muy buenos frutos.  El regaño preferido de su padre era  prácticamente  una profecía de su futuro como fotógrafo de la naturaleza: “Karl… trabaja y no estés siempre mirando por dónde vuelan los pájaros ”.

Con apenas 18 años, alto, delgado y pelirrojo,   decidió actuar y ponerse en movimiento para acercarse  a su anhelada selva. Intentó partir a África, pero al ser rechazado por poseer poco dinero, ubicó en el mapa a Brasil, donde pensó que sería más fácil llegar.

Negada de nuevo la oportunidad, por no tener visa ni contrato de trabajo, no se amilanó y buscó nuevamente en su mapamundi, para ver qué naciones latinoamericanas colindaban con la selva del Amazonas. Las facilidades del ingreso a Venezuela  para los inmigrantes en ese entonces lo atrajeron como puerta de inicio a un viaje que nunca concluyó. Su plan original era entrar a Venezuela,  cruzar a Colombia y Ecuador,   construir allí una balsa para bajar al Amazonas desde el rio Napo y de allí pasar a Belén, en Brasil.

Viajó  en barco  y llegó al país el 26 de septiembre de 1947, entró por Puerto Cabello y en el trayecto  que realizó en autobús desde  Valencia hasta   Caracas se enamoró de Venezuela de tal modo que no siguió su proyectado viaje por el  Amazonas.

De allí en adelante, sucedieron 60 años de fotos hechas  tras navegar ríos en kayak, de subir cerros, caminar sabanas, cazando el momento perfecto para la imagen ideal.  Esa increíble jornada vital que superó los 80 años largos, entregó un resultado de más de  50 mil gráficas.

Falleció en un accidente doméstico en marzo de 2008, pero su legado perdurará en el tiempo mientras alguien en algún lugar del mundo vea sus fotos y sienta en su corazón emocionarse ante la belleza que logró captar.

A pesar de que  su nombre ha sido propuesto para un museo de fotografía conservacionista  y  es mencionado en investigaciones académicas en diversas universidades del país, no existe  aún un tributo formal a su memoria.  Sin embargo, grupos de aficionados a la naturaleza, conservacionistas y apasionados por las gráficas honraron su recuerdo en blogs y hasta dos grupos de Facebook.

Según cuenta su esposa Gisela, Weidmann tenía el mapa de Venezuela grabado en el corazón porque la recorrió de punta a punta.

Leyendo la luz

Desde 1956  Weidman filmó documentales silentes para mostrar las regiones de Venezuela que más lo impactaron. Ellos son  Selvas de Venezuela (1959), Del Páramo Andino a la Zona Tropical (1961), Hoy en la edad de piedra y Tierra Yanomami (1966), Llano, sol y agua (1970) y Viajando por la Gran Sabana (1976).

Proyectaba sus  películas al tiempo que daba charlas explicando cada detalle acerca de lo que había grabado y sus experiencias de caminos ante públicos muy interesados, según explicaron  su hijo Ralf  Weidmann y su viuda, Gisela de Weidmann en sucesivas entrevistas telefónicas a 286 La Revista.   En ocasiones dio hasta cuatro conferencias de estas en un día.

Alto Orinoco, Tierra Yanomami, Parques Nacionales de Venezuela, Páramos Venezolanos, Venezuela y el mar, La Colonia Tovar, La Gran Sabana, Fascinante Venezuela, Venezuela con Aquiles Nazoa,   Visiones del Zulia, Maravillosa Venezuela, Fauna de Venezuela, Flores de Venezuela, Venezuela paraíso de orquídeas, Venezuela Tierra del Tepuy, Venezuela Lejana, Los parques nacionales de Venezuela y Lo Mejor de Venezuela son algunos de los estupendos libros de fotos publicados, donde  dejó plasmados momentos cumbres de sus excursiones a los cuatro puntos cardinales de la nación.   Están disponibles en las principales librerías del país y a través de la dirección electrónica  www.karlweidmann.com.

Mención aparte merece su autobiografía,  Relatos de un Trotaselvas,  publicada en español y en alemán, que fue éxito de ventas en el 2000 en toda la nación.  En esta emocionante crónica de viajes Weidmann deja muy claro su lema de nómada: “Para viajar se necesitan muchas ganas y ninguna exigencia”.  Es un relato ameno, en primera persona, con una capacidad de detalle muy vívida y anécdotas de viaje por Venezuela que caracterizan a nuestro pueblo de manera muy sincera. 

Por ejemplo, en su primera visita al llano venezolano intentó pescar a la usanza de la región, sin caña y con naylon.  Su presa capturada y acuchillada fue  un caribe, que  le mordió un dedo al intentar examinarle la dentadura. Llegó a la oportuna conclusión parece que esa experiencia la viven casi todos los pescadores novatos: los caribes muertos todavía muerden”.

 

Cuentos de caminos

El registro gráfico de sus incontables viajes se conserva  metido dentro de latas de manteca, tapadas para que la humedad no  afecte los negativos. Están  ordenadas por regiones en una particular concepción de su autor, según nos relató  Ralf Weidmann.

Weidmann  padre era celoso de su trabajo, y perfeccionista. Tenía que convencerse a si mismo que era la mejor foto, el ángulo más deseable, la  luz impecable. Eso lo llevó a visitar lugares como el Salto Angel una y otra vez buscando la foto perfecta, que tal vez era la excusa para deleitarse año tras año con ese mismo paisaje. Su apellido significa cazador en alemán antiguo y afortunadamente su principal deseo era capturar vistas, paisajes, pájaros, amaneceres, saltos,  animales y árboles sin dañar a ninguno de ellos.

El fotógrafo y aventurero fue bautizado por los Yanomamis  con el nombre de Waiteri, que significa bravo y valiente. Yo no soy propiamente valiente, pero me escasea el miedo. Es que el día cuando Papá Dios repartió el miedo entre los humanos, yo llegué algo tarde (tal vez porque estaba tomando fotos por el camino) y ya no quedaba casi nada”.

Tanto las fotos como los videos se hicieron con equipos rudimentarios  de los años 50. Cuenta Ralf  Weidmman que la cámara más moderna de su padre era de los años 70.  Eran equipos pesados, y manuales, pero con una insospechada propiedad, si se caían al rio o se mojaban en alguna de las travesías de Karl Weidmann, simplemente este las desarmaba y exponía las partes al sol hasta que quedaban secas.

No fue de enseñar, porque como el conocimiento de su vida lo obtuvo por propio empeño y  consideraba que los demás debían aprender por si mismos lo que querían. Según  su hijo,  Karl Weidmann aprendió por si  sólo a hablar inglés y español, y tenía profundos conocimientos de astronomía, obtenidos de una gran cantidad de revistas científicas a las que estaba suscrito.

En un país con muchos ríos que sólo son usados por los ribereños para pescar y bañarse, Karl Weidman   aprovechó al máximo el recurso, porque en sus propias palabras, el placer de viajar por el rio es único. Siendo un hombre muy  organizado, viajaba por todos lados con un kayak plegable, que se conoce como Faltboot. Tenía milimétricamente calculado dónde iba cada objeto que conformaba  su equipaje, chinchorro, mosquitero, comida y demás enseres para armar el campamento en el cual dormía al aire libre en esos mundos de Dios.  Así conoció los recodos y recovecos de los ríos de Venezuela.

Lo mejor fue ella

La idea de hacer cine documental sobre la naturaleza, era para  Weidman una manera de obtener recursos para vivir, al tiempo que una excusa para seguir recorriendo palmo a palmo la geografía nacional.

Pero particular para su destino  fue aquella charla que dio en el club alemán de El Paraíso, donde proyectó el documental En las Selvas de Venezuela.  Una joven asistente a la conferencia llamada Gisela Wengenroth,  se acercó a preguntarle cómo hacía para conocer el Salto Angel y le cambió la vida.

Relata el encuentro en su biografía así: “Entre el numeroso público asistente, lo mejor era Gisela. Al terminar la película, ella quiso saber como se llegaba al Salto Ángel, que quería ver “en natura”. Mi respuesta fue: “si tiene dinero, contacte a Jungle Rudy en Canaima, él la llevará al salto en lancha con motor fuera de borda. Ahora, si el dinero es problema, la solución es hacer el viaje conmigo en Faltboot, pues siempre tengo uno en reserva”.

Estaba escrito en alguna estrella que ella sería su fuerza y su apoyo durante el resto de su vida. Demostró ser adecuada compañera, lo acompañó en viajes en kayak, pasaron  su atípica luna de miel en la misión salesiana de Ocama, junto al pueblo Yanomami.

Hoy día Gisela  de Weidmann asegura  en una entrevista telefónica que vive  rodeada de recuerdos lindos, porque a pesar de que sufrió  momentos en los que lloraba del calor o por la cantidad de picaduras de los mosquitos, no se quería perder por nada del mundo poder vivir esas experiencias.

Acerca de  su esposo indicó que  era un ser increíble, idealista. “Si tienes un compañero de confianza, el resto es natural. Lo miré a los ojos y ya confié en él. Nunca me defraudó. Era una persona muy sincera, de un carácter excepcional”.

Fueron tres veces al Salto Angel en kayak, cada uno maniobrando su respectivo faltboot, y aunque no faltaron los sustos por los raudales del río fueron momentos inolvidables. Gisela  de Weidmann, cuenta que  en su primer paseo él quiso mostrarle el llano venezolano y la llevó hacia  los límites entre Guárico y Apure, allí vivieron increíbles penurias, porque el auto donde andaban se apagó cruzando un río, luego Weidmann se quemó friendo un pescado y ambos se intoxicaron al comer nueces de coco de mono.

Juntos engendraron  dos niños de nombres Sven y Ralf, que hoy día, hombres hechos y derechos  recuerdan a su padre como un ser humano que les trasmitió el amor por su patria, Venezuela, desde muy pequeños.

La viuda de Weidmann cuenta que cuando lo conoció tenía 24 años y estaba de vacaciones en Venezuela, pero se fue quedando hasta el día de hoy. “Karl sabía de todo, construyó un hogar donde vivo hoy día, hizo todos los muebles de la casa, era un hombre dedicado a la ciencia, le gustaba la astronomía. Sabía los nombres de las orquídeas. Era uno de los que si conocía a Venezuela de verdad, una vez a un piloto que iba un poco desorientado y Karl le indicó el camino guiándose por los límites de un rio. Tenía el mapa de Venezuela en su cabeza”.

El Amo del Monte

Una de las anécdotas  memorables de Karl Weidmann la vivió en un río en el estado Cojedes, cerca de El Baúl.  Allí lugareños le recomendaron que visitara la madre vieja del rio,  formada por un caño que hacía curvas y donde se aglomeraba la fauna  de la región.

Paseaba Weidmann por el rio en su kayak y como su sombrero se había roto, improvisó con una gran hoja de riqui-riqui un gorro en forma de embudo.  “Con ese sombrero de hoja verde paseaba por las vueltas del caño, cuando vi a dos hombres, unos 50 metros más adelante. Armados con escopeta y machete, miraban unos gabanes en la copa de un árbol. Al darse cuenta de mi presencia me miraron un rato. Cuando llegue al sitio donde hacia un momento estaban parados, los llamé. Nadie contestaba, desaparecieron como por  encanto. Yo pensé que habían visto un picure y habían ido tras el” .

“Al día siguiente regresó el hombre que me dejó allí. Me preguntó “¿no viste ayer a dos hombres por aquí?, a lo que contesté, “si, pero se desvanecieron como por encanto”. Con cara sonriente me contó que esos dos habían regresado al pueblo corriendo sin aliento, muy agitados, diciendo: “nos salió el Amo del Monte, ahí en el caño de la Madre Vieja”. Al preguntarles como lucía el Amo del Monte, respondieron: “Estaba vestido con puras hojas, tenía una gran barba roja y venía sobre el agua, amenazándonos con un palo largo. Tuvimos que escapar a toda prisa”. El hombre agregó que habían dejado caer la escopeta y el machete para correr más rápido”.

“Parece que de tanto susto no vieron el Faltboot en el que yo venía, ya que este no se define mucho visto de perfil. Como remaba con el canalete doble, vieron un amenazador palo largo. De modo que yo sin proponérmelo, entré al Olimpo junto con otros dioses menores”.

Texto tomado de su autobiografía,  Relatos de un Trotaselvas. 

Publicado 15 de agosto de 2012 por albaysabel en Ambiente, entrevistas, Fotografía, Uncategorized

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Ratas ponen en peligro cosecha de arroz y maíz de Guárico   Leave a comment

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Entre 3 y 5 bolívares por cada  rata muerta pagan productores de arroz de Guárico y Apure.  Ante la imposibilidad de acabar con los animales a través del veneno, acuden a trabajadores llamados “rateros o ratoneros” que se encargan de matar a palo limpio a cada espécimen que encuentran, y que recolectan hasta 700 cadáveres en un día.

Alba Ysabel Perdomo

El campesino venezolano confronta gran cantidad de contrariedades en su trabajo, donde influyen el cambio climático, lo caro de las maquinarias, el comercio de las semillas, y sobre todo,  las plagas. En este momento hay un alarmante crecimiento de la población de  ratas en los estados llaneros, Guárico y Apure, que acaban con un importante porcentaje de la siembra de arroz, maíz y sorgo.

No sólo se comen  cuanta cosecha pueden, causando un profundo daño económico al aparato productivo del campo, las ratas también son vectores de una enfermedad temible, la leptospirosis. Aunque es endémica en Venezuela, para el año 2010, el doctor José Felix Oletta, coordinador de la comisión de epidemiología de la red de Sociedades Científicas Médicas del país, indicó que el riesgo de contraer esta enfermedad es alto y que se había identificado 271 casos en 16 estados en 2010.

Para combatir esta dañina plaga, los productores de arroz han solicitado ayuda al gobierno, que ha proporcionado un reconocido raticida para colocar en los sembradíos. Pero con el pasar del tiempo, los animales se han hecho inmunes y ya no surte efecto el veneno, por cuanto se ha hecho necesario duplicar las cantidades de veneno.

Una nueva profesión campesina

De allí nace un nuevo empleo, “los rateros o ratoneros”, que se dedican a perseguir y matar animales a palo limpio. El sistema de cobranza es el siguiente: por cada rata muerta que presenten, reciben entre 3 y 5 bolívares, pudiendo recolectar hasta 700 ratas diarias cada uno de ellos.

Esta situación se hace insostenible, sobre todo en las poblaciones de Uverito Pereño, Lecherito y en  las zonas circunvecinas del sistema de riego de la represa de Calabozo.

“El arroz tiene muchas plagas que compiten entre sí. Los gallitos de agua hacen nidos con las plantas, usando 60 matas por nido, y como la hembra es exigente, el gallito teje varios nidos, entre seis o siete,  para que la hembra escoja donde empollar. Se presentan hongos de distintas variedades, que atacan la planta y la semilla. El pato guirirí y las palomas aparecen en tiempo de germinación de las semillas y se comen hasta un tercio de lo sembrado. Otros enemigos son los cocos, gorgojos y gusanos.  Se usan químicos para combatirlos a todos” explica el ingeniero agrícola Oscar Perdomo.

Parir como ratones

“Pero el peor de todos es la rata arrocera. Se reproducen todo el año,  porque cada hembra tiene un ciclo gestacional de 28 días y puede parir hasta once crías en cada camada, lo que implica un crecimiento poblacional enorme, en muy corto tiempo. De paso tienen una mutación, ya que sus patas traseras son palmeadas, como patos, lo que les permite adaptarse al medio acuático en el que se siembra el arroz” aclara Fidencio Parsetti, miembro del Consejo comunal de Curubo- Vaca Vieja, ubicado entre Apure y Guárico.

Una forma ecológica de combatirlas es  usando especies depredadoras, como culebras, gavilanes y lechuzas de campanario, pero estas han ido desapareciendo víctimas del veneno. Y al verse eliminados los enemigos naturales se rompe el ciclo biológico y salen ganando las ratas.  Explica Perdomo, “Ellas son roedores, sus dientes crecen todo el año y se comen el tallo de la planta, dejando un corte biselado tipo aguja, dañando la biomasa de la planta”.

Según Parsetti, también se controlan usando perros criollos, pero estos corren el riesgo de envenenarse si la rata ha comido raticida. Hasta los zamuros se han visto disminuidos, al comerse la carroña envenenada.

¡Qué llamen al Flautista!

Elio Covo, es un mediano productor,  este año sembró 40 hectáreas de arroz y no pudo cosechar nada. “Yo pagué 3 bolívares por rata muerta a unos trabajadores que busqué para que hicieran eso. Sacamos 300 ratas en cada saco y las desechamos en la carretera, porque no hay donde botarlas. La plaga viene de unos tres años para acá, la rata se come la mata y no hay cosecha”.

“El veneno es caro, muy fuerte, se aplica con guantes en las manos, porque sino enferma. Esto afecta a la producción y nos deja llenos de deudas.   Se pierde el trabajo, se invierte en algo que no estaba proyectado (contratar rateros) y al final solo quedan deudas” resalta Covo con angustia.

Similar historia refiere Fidencio Parsetti, “Tenía 11 hectáreas de maíz y otras de yuca, pero acabaron con todo. Pagué por 3 mil ratones muertos, a 2 bolívares cada uno. También atacan el frijol y la caraota. Si se ha hecho el control con raticida proporcionado por el gobierno mediante los consejos comunales, pero ya 5 gramos de Klerat ya no son suficientes, hay que subirles la dosis hasta los 8 gramos. En verano se coloca en bolsas de papel y en invierno en bolsas plásticas. Yo puse este año 5 mil bolsas en mis tierras”.

“Tuve también 20 hectáreas sembradas con arroz a las que ni siquiera les pude meter máquina para cosechar, porque la rata las había arrasado. Fueron pérdida total, no pude pagar el crédito con el que estaba sembrando. Menos mal el gobierno reconoció los destrozos, y me condonó la deuda,   pero igual perdí todo mi trabajo. Aparte de lo que tuve que pagar por matar las ratas.”

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Posibles soluciones

Eliminar las crías

Cacería

Modificaciones del hábitat, limpiando las lomas y los canales

Trampas

Químicos anticoagulantes

Químicos esterilizantes

 

Conociendo al enemigo:

La rata arrocera, Holochilus brasiliensis, es conocida también como rata de patas palmeadas, rata colorada, rata de agua y rata de pantano. Es la especie común de los arrozales en los estados Portuguesa y Guárico. No es un animal agresivo, su cuerpo es de color marrón claro a oscuro y en algunos ejemplares la coloración es pardo rojiza, muy brillante ante los rayos del sol. Las patas traseras miden entre 28 y 39 mm y presentan una membrana entre los dedos, que le permite adaptarse al medio acuático. Las orejas son peludas en su borde y lado interno, y puede llegar a pesar 160 gramos. Pare hasta 9 veces al año,  entre 6 y 11 crías en cada parto.

Tomado de la revista Fonaiap Divulga, 1999.

Publicado 14 de agosto de 2012 por albaysabel en Ambiente, entrevistas, Periodismo, Uncategorized

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Plañideras: un llanto liberador   Leave a comment

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Cuando leyó que se estaban acabando las lloronas en Perú, Antonio Briceño se armó con su cámara y decidió romper los hielos de sus emociones a través de las húmedas miradas de aquellas que viven para lamentar la muerte ajena. Así nace una propuesta fotográfica oscura y emocional.

Alba Ysabel Perdomo

Todos hemos perdido a alguien por muerte accidental o natural.  Nuestra sociedad está acostumbrada a celebrar la vida, pero no a conmemorar la muerte. La desaparición física y todo lo que conlleva es un tema que se esquiva, se omite, hasta que en muchas ocasiones sólo nos damos por enterados cuando tenemos la tragedia en la nariz.

El llanto es un efectivo mecanismo fisiológico para liberar el estrés y manifestar el dolor, sin embargo, en occidente se ve con malos ojos a aquellos  quienes lloran a sus muertos de manera escandalosa,   gimen, gritan,  empleando la gestualidad física y hasta la danza para despedir a los fallecidos.

Pero no siempre fue así, diversas culturas antiguas contaban con una figura muy particular, la plañidera, una mujer que dejaba brotar sus lágrimas por un deudo que no es suyo. Así se demostraba a la sociedad que la persona que partía al más allá era importante, y la  llorona obtenía su sustento, al cobrar por su dramatización del duelo.

La necesidad de liberar dolores antiguos, como la muerte de su madre, junto a la captura de una nota de prensa en la red que hablaba de la extinción de las mujeres que lloran en funerales en Perú, llevó al fotógrafo venezolano Antonio Briceño a plantearse el trabajo más oscuro pero también el más sensible de su carrera.

La exposición llamada  “Las plañideras: Antonio Briceño” está cargada de metáforas respecto al duelo, a la muerte y al llanto. Se expone  desde el 03 de marzo y hasta  mediados de año en D´Museo, una de las salas de arte más reputadas de la capital, ubicada en el Centro de Arte Los Galpones. Briceño llamó a sus partes: Mantillas, Lacrimatorios y Las  Aguas, que son en total 32 obras, divididas en 2 videos y 30 fotografías, trabajadas en distintos soportes.

Briceño en conversación telefónica  con Primicia explicó que ha diseñado su muestra con énfasis en el contraste, usando claroscuros en 14 grandes telas, de 2 metros por 66 cm, dando como resultado una mujer llorosa, cubierta de mantillas negras, que es más grande que el espectador.  “quería que la gente se sintiera envuelto en el coro de mujeres, por eso las distribuí haciendo una semicurva”.

La serie El Olvido, son 7 fotos  de botellas que  recogió en el desierto y cerca de los cementerios, para simular que son  Lacrimatorios, pequeños envases de vidrio con tapones, donde se recogían las lágrimas por un fallecido importante.  Destacó  que siguen la estética barroca, se colocaban dentro del ataúd con el cadáver  y  se creía que  el tiempo en que tardaban en evaporarse  las lágrimas contenidas en ellas, era lo que tardaba el alma en llegar al cielo.  “Relaciono esas botellas con el olvido, no solo del difunto, ya que la evaporación dictaba el tiempo de luto, sino de aquellos dolores reprimidos que te hacen una costra seca por dentro” dijo al respecto.

Las Aguas es una serie compuesta por   siete pequeñas fotos de 40 cm por 50 cm, sumergidas en un cubo de acrílico de un centímetro de espesor, que hace que se ven como  aguas congeladas, metáfora de emociones reprimidas . Refiere con ellas a una antigua pesadilla donde el mar le arrebata a sus seres amados, “tienen poco color, son oníricas, parecen pesadillas, esas aguas tienen que ver con emociones congeladas”.

También hay una propuesta audiovisual que recoge dos sesiones de llanto por parte de  dos grupos de lloronas. El primero se llamó “Ay, mamita” y el segundo “Compadre Florencio”.  Elaboró dos cajas de luz, con fotos de cada coro de plañideras. Briceño imprimió todo el material en España, con una tela especial para ser iluminada.

A llorar al valle

Simplemente espera que cada observador reconozca su tristeza y se libere de ella. Con sinceridad cuenta “Ellas lloran como una coral, son una polifonía del dolor. Intuitivamente se dividen por voces, no se hace por azar, una de las plañideras inicia con el nombre del fallecido y añade frases de cariño que las otras repiten y expanden, sincronizando los lloros de manera espontanea. El sonido del llanto, las lamentaciones constituyen algo impactante”.

El llanto libera y así lo describe el fotógrafo. “Fue algo balsámico para mí, una necesidad, por ello constituye el trabajo más personal, sin el contexto antropológico al que estoy acostumbrado. Reconozco que el dolor humano es el mismo en todos lados. Estamos en un mundo pleno de simbología, por lo tanto lo emocional  se acentuó”.

“Es una suma de cosas, tengo cinco años con un sicoterapeuta, y ellas dieron imagen física a cosas que a mí me cuestan procesar. Mi mamá murió cuando tenía 9 años, y el año pasado ha habido  una serie de tragedias familiares que no supe exteriorizar por la represión social. Hay que dejarlo claro, la mitad de la vida es el dolor. La pérdida  y el dolor que trae consigo son algo natural, perdemos objetos, esperanzas, persona. Esta historia trata sobre conectarse con el dolor. Lo que es diferente al masoquismo, no se trata de quedarse pegado, pero sí de elaborar los duelos necesarios, porque vivir es morir y todos tenemos el dolor en la puerta de la casa”.

Tras el rastro del llanto

Considera que sólo se muestra la parte bonita de la vida,  y el trabajo con las plañideras le  permitió atar cabos, para trabajar con las emociones reprimidas y acumuladas. Revisando en internet vio una nota de prensa que alertaba de la desaparición de las lloronas en Perú. Y consideró que era buena idea ir a rastrearlas, para lo cual llegó hasta Piura y sus poblados cercanos. Buscando y buscando se encontró a un grupo de mujeres, a las cuales convocó para representar un duelo por su propia madre, muerta hace muchos años en un accidente de aviación donde falleciera  gran parte del orfeón universitario de la UCV.

Las plañideras le pidieron una foto de la persona muerta, para poder inspirar el llanto. El alcalde del pueblo le prestó la iglesia para una de las sesiones de fotos. La segunda sesión la llevaron a cabo en casa de una persona que había fallecido recientemente, por lo que el ambiente se prestaba para la ritualidad del momento. “Su llanto es espontáneo.  Hice un video de 20 minutos con cada grupo y luego una sesión de fotos con cada mujer”.

Costumbre extinta

“Ellas existieron en todas las culturas. Su función es que el que se va sienta que lo homenajean por lo importante que fue, de una manera eufórica, que demuestra que su partida es una tragedia para la humanidad. Para los que se quedan, ese llanto es una catarsis, que lo que se está reprimiendo se suelte, que no hay guapo que aguante sin llorar al ver que otro se desgonza por su dolor” defiende Briceño esta costumbre mortuoria.

La modernidad acaba con los sentimientos  y los dramas  en público. Convierte a las plañideras en seres que ya no se requieren y cuyo destino es el olvido. “Se están extinguiendo. Esa tradición llegó a América de la mano con la iglesia, y es expandió por todo el continente. Pero en el siglo 19, el mismo catolicismo la reprimió al considerar que la expresión de los sentimientos debía ser más sobria y menos expresiva. Es tan necesaria que a pesar de la prohibición y persecución aún día se lleva a cabo”.

Hablar de cuánto cuestan las lágrimas es tabú. Briceño asegura que no pudo saber si cobran o no, y que la comunidad las protege, porque fueron muy perseguidas bajo el estigma de ser mercantilistas del llanto.  “Yo conocía rituales parecidos, porque los wayuu en Venezuela en sus entierros usan lloronas. Ellos  sacan a los difuntos cuando son huesos y les hacen un segundo funeral años después. Las veía con cierta distancia”.

Es fácil distraerse en la superficie e ignorar el dolor. Pero este es un rito histriónico que remueve las capas duras y deja el sentimiento a flor de piel. “Lloré 10 minutos. Todos pasamos por allí. Mucha gente cree que es importante dar una cara bonita, pero estás muriendo por dentro. Toca una de las cosas más básicas del ser humano”.

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La frase

“Cuando quiero llorar, no lloro, y a veces lloro sin

querer.” Rubén Darío (1867-1916), poeta nicaragüense

Casida del llanto

Federico García Lorca

He cerrado mi balcón
porque no quiero oír el llanto
pero por detrás de los grises muros
no se oye otra cosa que el llanto.

Hay muy pocos ángeles que canten,
hay muy pocos perros que ladren,
mil violines caben en la palma de mi mano.
Pero el llanto es un perro inmenso,
el llanto es un ángel inmenso,
el llanto es un violín inmenso,
las lágrimas amordazan al viento
y no se oye otra cosa que el llanto.

Publicado 14 de agosto de 2012 por albaysabel en Crónicas, Fotografía, Periodismo, Uncategorized

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Israel Centeno doma a España   Leave a comment

 


Un descollante escritor venezolano se lanza a la reconquista de España, gracias a la publicación de algunas de  sus obras en esa nación.

Israel Centeno  es uno de los escritores venezolanos más en boga en estos tiempos, experimenta un boom internacional gracias a que dos de sus novelas cortas llamadas Iniciaciones e Hilo de Cometa junto a la nouvelle El Retrato de George Dyer, fueron  publicadas en España por la editorial  Periférica. También compraron los derechos de Calletania, que se editó en Venezuela en el 92.

Iniciaciones  es el viaje a las profundidades de una familia que en el medio del llano resuelve situaciones pasionales, a veces ácidas y odiosas, debatiéndose entre la pobreza y la riqueza, la ciudad y el monte. Mientras tanto Hilo de Cometa es un relato mucho más citadino, desglosando a Caracas y una juventud indómita que la disfrutaba y la padecía a partes iguales. El retrato de George Dyer es una obra inédita de Centeno.

Esgrime, aparte de un acerado verbo, un currículum  realmente impresionante. Su formación como director de teatro en La Escola DActors en Barcelona, España, lo coloca más allá de la simple tribuna de escritor. Perteneció además a Fundalibro, en donde conjuntamente con un equipo de trabajó y organizó alrededor de 30 ferias regionales del libro. También ha sido jurado de diversos concursos literarios de nuestra nación, así como editor y profesor de técnicas de escritura.

Conversar por teléfono con Centeno es interesante, porque toda idea viene adosada a su respectiva referencia, imagen o construcción que pretenden ahondar en lo que se habla.

Israel Centeno respira y habita en Caracas, pero sueña con vivir y morir en Londres, luego de lo que califica como una vida ociosa y apacible. “El derecho de elegir la ciudad de tus sueños es una manera de ponerse en el universo”, explicó.

Sin embargo, lleva la fibra venezolana arraigada dentro.  Al hablar de cómo fue su periplo en el interior del país, para contactar con las raíces de su familia, deja escapar ese sello que lo distingue. Otro referente destacable es su romance con el cerro El Ávila, que  está tatuado en él y  que se reinventa en su cúspide todos los días que tiene oportunidad, especialmente los domingos.

Asegura que las construcciones de sus primeras novelas, más que venezolanas eran caraqueñas, reflejando una urbe que sólo conocen aquellos que la caminan de punta a punta y la detallan en todos sus devenires. “Yo recreo el amor, la crítica y el rechazo. Es una relación parecida a la de Borges y Buenos Aires o la Praga de Kafka, con una mirada muy subjetiva”.

Hombre polivalente

Es sumamente disciplinado con la escritura, a la llama más que su vicio, su necesidad vital. Centeno tiene el ritual creativo de sentarse a escribir todos los días, durante al menos cinco horas y, cuando no está volcando en palabras sus ideas, se dedica a leer mucho, porque  lo considera el  elemento que lo ayuda en el proceso creativo.

No tiene temor a la expresión, ni a la tecnología, de hecho, ha mantenido hasta tres blogs de manera simultánea. “Sirven para calentar los dedos en el teclado, antes y ahora tuve excelente relación con Internet”. Tanto es verdad esto, que cumple funciones como Coach literario para aquellos que desean recorrer el espinoso camino de la escritura.

De verbo crítico, tiene tendencia a los temas sociales, que retratan a Venezuela desde un punto de vista muy contemporáneo, pero sin olvidar sus raíces.

Defiende a capa y espada la oportunidad de difusión de las ideas que representan los blogs y toda la movida tecnológica, porque el autor se enfrenta a la libertad de escribir sin riendas que lo controlen. “Expresar lo que creo sin mordaza, sin someterlo a una mesa de redacción. Todo debe tamizarse. Internet es un espacio de expresión no controlado, también  hay cosas malas. Me interesan los espacios de expresión, los salones de foro, las comunidades virtuales”.  Si desea comprobarlo, ingrese a la página Web, israelcenteno.blogspot.com, donde podrá disfrutar de los textos y reflexiones de este caballero de acerado verbo.

 

Obras publicadas

1992. Calletania. Novela.
Monte Avila Editores. Caracas, Venezuela
1993. Rabo del diablo y otros cuentos.
Grupo Editorial Eclepsidra. Caracas, Venezuela.
1996. Hilo de Cometa y otras iniciaciones.
Dos novelas cortas. Editorial Planeta Venezolana
1997. Exilio en Bowery. Novela.
Editorial Troya. Caracas, Venezuela.
1999. Exilio en Bowery. Novela.
Ediciones Nuevo Espacio, New Jersey. USA.
2000. Criaturas de la noche. Cuentos.
Editorial Alfaguara. Caracas, Venezuela
2002 El Complot. Novela.
Alfadil. Caracas, Venezuela.
2004 La Casa del Dragón. Novela.
Alfadil. Caracas, Venezuela
2005 Bengala. Novela.
Editorial Norma. Caracas, Venezuela

2006 Iniciaciones, novela. Editorial Periférica, Cáceres, España.

2007 Hilo de Cometa ( y Retrato de George Dyer) Dos novelas cortas. Editorial Periférica, España.

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Alba Ysabel Perdomo

 

 

Publicado 16 de marzo de 2012 por albaysabel en entrevistas

Relajación al aire libre   Leave a comment

Las piscinas son de agua de morichal.

Imagine una noche estrellada, una brisa suave, el canto de los grillos, antorchas y velas aromáticas a su alrededor, y unas manos suaves y expertas que dan masaje a su cansado cuerpo, bajo una pérgola de suave tela blanca… No es un sueño, es una posibilidad de relax de las que le ofrece Paraíso Spa, un campamento ubicado en el estado Bolívar, y la ilusión de vida de Ana Luisa Blanchard y su esposo Nunzio de Vanna. Cuando sienta que lo agobia el cemento, las cornetas lo aturden y el calor lo sofoca, recoja un traje de baño y una muda de ropa fresca, y enfile hacia la vía de Ciudad Piar. Allí, en la carretera nacional que conduce a La Paragua, muy cerca de la estación de Edelca, se encuentra el campamento agro turístico Paraíso Spa. Se ubica a 18 kilómetros de Ciudad Piar, a hora y media de Puerto Ordaz, por una vía en excelentes condiciones y a solo 110 kilómetros de Ciudad Bolívar, si usted toma la carretera vieja a Ciudad Piar. Ellos han pulido cada detalle de esta propiedad hasta construir seis módulos de cabañas de dos pisos, hechas con arcilla y materiales de la zona, que tienen un leve parecido a las casas de los pitufos. Una de las particularidades de las instalaciones es que el techo de esas cabañas tiene claraboyas, para poder observar el cielo y las estrellas, desde la misma habitación donde usted reposa. Levantaron además una casa club y una casa central para huéspedes. Las cabañas son tubulares, están hechas con ladrillos artesanales y recubiertas de pinturas naturales. Este tipo de materiales brinda total frescura a los aposentos que además cuentan con ventanas dobles, hechas de cristal y madera. Ana Luisa es seguidora de la filosofía del Feng Shui y por lo tanto todas las cabañas, incluyendo la casa central y la recepción son redondeadas, sin aristas, lo cual le da a su interior un aire parecido a colmenas de abejas. En todas las habitaciones hay agua caliente, aire acondicionado, camas y chinchorros que permiten el máximo descanso y confort. Blanchard comenta que desde 2000 están recibiendo visitantes. Habitan la finca desde hace 27 años, pero fue hace 11 que decidieron compartir con el mundo la belleza verde y azul de este terreno llano, con muchos árboles frutales y 600 metros de canales de agua de manantial que corre cristalina. La naturaleza ha sido generosa en ese enclave, poseen dos grandes piscinas alimentadas con agua de manantial y morichal, al igual que dos pozos de arcilla, en donde usted puede hacerse una total exfoliación del cuerpo, usando barro mineralizado y con excelentes resultados en la piel. Tienen instalaciones para practicar deportes como natación, fútbol, voleibol de agua, pool, pasear en bicicleta, montar a caballo y hacer senderismo al escalar el cerro El Mirador.

La naturaleza es pródiga en belleza

El estar en contacto con la naturaleza del estado Bolívar, le permitirá ver una infinidad de pájaros, animalitos en libertad, pescar en el río, pasear descalzo por un mar de grama verde, dormir en un chinchorro bajo una mata de mango, bañarse en agua de moriche y contemplar desde un cerro las luces de las minas de hierro de Ciudad Piar. Consentidos y relajados Ana Luisa Blanchard se esmera por ofrecer comida ligera, con muchos vegetales y deliciosa sazón, jugos naturales, postres y meriendas para los visitantes. Usted será consentido y tratado como un rey, durante su estadía en Paraíso Spa. Si avisa con tiempo, cocinan para personas con necesidades alimenticias especiales. Todo es natural, se afanan en presentar deliciosos menús con énfasis en verduras y vegetales. Por localizarse cerca del Lago de Guri, puede tomarse como base de operaciones para ir a visitar Puerto Ordaz y Ciudad Bolívar y luego reposar de sus compras y dejarse consentir con los masajes relajantes de Rosario de Flores. Están preparados para recibir planes vacacionales, grupos empresariales en cursos y actividades formativas a la par que recreativas. Cuentan con un gran salón donde se pueden hacer conferencias y reuniones, así como todo lo necesario para dictar cursos. Si está interesado en pasar un fin de semana sensual y relajante, contacte al (0416) 691.21.54, o ingrese a la página http://www.campamentoparaisospa.com. Igualmente los encuentra en facebook en la página campamento paraíso spa. Tienen un email para hacer las reservaciones que es: campamentoparaisospa@gmail.com

Alba Ysabel Perdomo

 

Publicado 16 de marzo de 2012 por albaysabel en Crónicas, Viajes

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Leonel Arteaga: con la industria en la mira   1 comment

Obsesionado por la luz guayanesa y por los procesos fabriles donde el hombre domina a la materia  prima a fuego puro, Leonel Arteaga,  rescata la belleza escondida en fundiciones y patios de máquinas.

 

El tema industrial es imprescindible para Arteaga

 

 

A pesar de que asegura haber llegado a la ciudad  sin pena ni gloria en los años 60, es de aquellos a los que se les hincha el pecho de orgullo  cuando habla del potencial de Guayana, sobre todo en lo referente a la industria básica y su alquimia transformadora de minerales.

Arteaga es reconocido por una fotografía  original, que desea mostrar a todos que la belleza está en los rincones más cálidos de las fundiciones, en la cara más tiznada de un grupo de obreros, de la simbología urbana que él  lee, con una gran dosis de ironía y de punzante humor negro. Si hay algo que rige su trabajo, es un ojo empeñado en desnudar el proceso de transformación tanto industrial como urbano.

Rumbo a un monte

Rememorando  su arribo a la ciudad, Arteaga  cuenta  que empezando los 60, cuando era apenas un chamito, su padre anunció que se mudaban a Ciudad Guayana, y sus amigos del colegio le decían: Te vas para el monte… Pero tanta burla no hizo mella y asegura con una media sonrisa que no dudó nunca en quedarse. Estudió en el Loyola Gumilla, formando parte de la primera promoción que ingresó desde kínder  hasta bachillerato, por lo que dice con orgullo que vio la ciudad crecer.

El acercamiento a la fotografía  provino de la mano más cercana, su padre, que quiso regalarle la posibilidad de hacer una bitácora  al entregarle un block cuadriculado, un bolígrafo y una cámara Instamatic Kodak para inmortalizar un viaje a Baruta. Tomé muchas más fotos que lo que  escribí, aseguró con cierto brillo de nostalgia en la mirada. También se inspiraba en  una revista que era de consumo familiar, Life, cuya portada siempre tenía una foto muy destacada.

Al terminar el bachillerato y pasar por esa transición hizo pasantías en CVG en el departamento de relaciones públicas, encargado de hacer fotografías. Allí se codeó por razones laborales con personas que abonaron la semilla de la pasión fotográfica que ya anidaba en él. Menciona entre otros a Eladio Gonzalez y a Hugo Carnevali.

Mientras tanto desarrollaba estudios de ingeniería en la Unexpo, concursó por una beca para estudiar inglés y  vivió en Toronto, Canadá, mientras cursaba ingeniería. Pudo observar que en ese país había escuelas formales de fotografía y se inscribió en Florida, Estados Unidos. Su portafolio de grado se basó en fotografía industrial.

Arteaga juega con texturas y colores de las empresas básicas para ofrecer visiones originales.

Luz que no falte

Al hablar acerca de por qué fijarse como meta destacar los procesos fabriles, que  en Guayana son diversos y trabajosos, respondió que  es hacer algo bonito de un proceso que no es bonito. Hay imágenes que son maravillas, la mano del hombre,  la creatividad, cómo se llega a esos procesos que son visualmente muy atractivos. Son años invertidos en ese desarrollo industrial, mucho pensamiento y mucho obrero.

En su ranking personal de empresas cuyos mecanismos de producción reflejan imágenes impactantes están Ferrominera, Sidor, las empresas del aluminio como Alcasa, Venalum y Carbonorca. Se atreve a afirmar que cada una de ellas tiene distinto sabor y destaca sobre todo a Sidor: Sabe a ganas de trabajar, amor por el empeño de  transformar el hierro en acero, a dominio del peligro, y sobre todo a dominio del hombre por sobre la materia.

 

La luz es su obsesión, lo admite sin tapujos. Sea en el ámbito  técnico o en la naturaleza, siempre anda en busca de un rayo de luz, una forma original o un destello en particular.  Es sarcástico y muy crítico en su visión de la ciudad, pero siempre da preponderancia a la luz, porque cree que no funciona  sin ella. Cazador de imágenes urbanas, ejercita su cámara en crear visiones que nos lleven a un humor sabroso, más que negro, tinturado. Recuerda entre risas un letrero de una funeraria que reza: Este puesto de estacionamiento es sólo para clientes.

Ciudad  de dos caras

La lectura de la ciudad es diferente para él y se distinguen claramente  dos localidades: San Félix desde el aire se ve desordenada, descuidada. Mientras tanto Puerto Ordaz está cambiando visualmente. Yo camino mucho en Altavista y noto como el paisaje cambia a medida que crecen los edificios, se cierra de una manera altamente estética por el desarrollo arquitectónico conjugado.

Se preocupa por el caos urbano que no deja de crecer, sobre todo porque afecta a aquellos que quieren pasear a pie la urbe.  Sin embargo, es palpable la pérdida del sentido del plan maestro de la ciudad que existió. Necesitamos más amplitud, hay parques  pero no son suficientes. Las aceras están congestionadas entre buhoneros y teléfonos, son angostas para pasear. Hubo un plan pro-peatón que no se cumplió.  En Venezuela, estar ranchificados y amuñuñados, genera violencia.

Sin rollos

El vertiginoso avance tecnológico de la fotografía, dejó atrás rollos blanco y negro, químicos reveladores y oscuros laboratorios. Arteaga se dejó de nostalgias  y asegura  haberse desenrollado desde hace años. Extraño la práctica, que es lo que hace la perfección. Luego de años de trabajar en formato de rollito, el conocimiento no es fácilmente trasladable a lo digital. La desventaja o la ventaja del formato digital es que se puede converiti en la computadora al blanco y negro pero sin las cualidades del antiguo estilo. El sepia quedó para la historia, era un color que tomaban las fotos viejas y añejas, cuando los químicos se viraban ante el paso del tiempo.

Sin embargo el fotógrafo no deja de tener inconvenientes laborales que comprometan  la salud,  ya no inhalan peligrosos gases al revelar, pero la pantalla de la computadora afecta la visión y pasar demasiado tiempo sentado en las sillas les molesta la espalda, según explica Arteaga. El peso total del trabajo recae en los ojos, hay que usar colirios, lentes.

Considera que  las nuevas tecnologías son más amigables, y dan mayores resultados, se pueden  diseñar cosas nuevas, te vas adaptando y desarrollas nuevas técnicas.

Alba Ysabel Perdomo

El eterno Orinoco, bello aunque esté en sequía.

Gastronomía a la llanera: Apure   Leave a comment

Cruzar los Llanos Centrales de nuestro país puede resultar un verdadero disfrute, siempre y cuando se cuente con la guía de algún llanero, que se detenga a revelar los secretos del paisaje.

Vaquita, garcita y palmita se ve por la ventanilla del carro...

La estampa que se observa por la ventanilla del auto siempre es la misma, una vaca,  un caballo, una garza blanca, algunas palmas y un cielo que no parece terminar.  Ir por tierra hacia los Llanos Centrales como Guárico o Cojedes, o a los Occidentales como Apure, es una experiencia digna de vivirse por lo menos una vez, para poder decir que conocemos el corazón  de Venezuela.

Viajar por carretera amerita el uso de un buen vehículo rústico, y disponerse a ver paisajes campestres, grupos de ganado con llaneros a caballo que los arrean, espectaculares atardeceres llenos de arreboles y unos cielos nocturnos que se dejan leer como si fuesen mapas.

Una de las vías principales es la carretera panamericana, también conocida como la Carretera Nacional. Se puede tomar en San Juan de los Morros y lo conducirá hasta San Fernando de Apure, pasando por Calabozo y Camaguán.

La travesía a través de los llanos debe hacerse con calma, observando la avifauna, parando a conversar con los lugareños, que siempre tendrán tiempo para ofertar papelón,  melones, patillas,  miel de abejas,  y el infaltable pan de horno. Este último dulce tradicional está hecho a base de harina de maíz pilado, mezclado con especias como el clavo, la canela y la guayabita dulce, un toque justo de papelón y asado en hornos rudimentarios de tierra para darle un característico sabor a ahumado.

De  Guárico hasta Apure

Al pasar Calabozo, se encuentra Corozo Pando, pequeña población donde se hornean las famosas “quesadillas”. Esta especie de pan relleno de una dulce mezcla de queso, anís dulce y vainilla, hace del lugar una parada necesaria para todos los viajeros.

Según explicó el ingeniero agrónomo Pablo Fernández, desde 1830 nace esta receta, inventada por Santana Delgado, y ha sido trasmitida de familia en familia hasta  hoy día. Sólo en su panadería  “Naycar” se cuecen 900 quesadillas diarias y en épocas festivas como la Semana Santa llegan hasta las cuatro mil unidades vendidas al día.

En el límite exacto entre Apure y Guárico se encuentra el pueblo de Camaguán, donde los residentes sostienen que se hace el mejor cazabe de toda Venezuela, en el sector llamado “La Negra”. Camaguán es conocido por  una planicie inundable, que todos los años durante el período lluvioso es tomada por las corrientes del río Apure, conformando los Esteros de Camaguán.  Son alrededor de 19 mil hectáreas de llanura formando un espejo de agua realmente bello.

El ingenio del llanero no se acaba, y aprovechando el turismo que se hace en la región, se han establecido tenderetes a todo lo largo de la carretera que une Guárico con Apure.

 

Caribes, Búfalos y Picante

La oferta comercial es variopinta, y va desde carne de pescado seca y salada, chigüire y otros animales de cacería,  hasta la harina de Caribe. Este agresivo pez, familia de la piraña, es sacado del río, sometido a un proceso de desecación,  y posterior molienda, para obtener un polvillo al que se le atribuyen virtudes afrodisíacas. Los llaneros usan el polvo de Caribe en sopas y jugos, esperando así reforzar su virilidad.

También puede encontrar en esas tiendas lentejas, frijoles, caraotas y diversidad de granos, producidos en la región. El casabe  es materia prima para otro dulce tradicional, la naiboa, hecho al  rellenar dos tortas de cazabe con una mezcla de queso blanco y papelón líquido aliñado con semillas de anís dulce.  La cercanía de Amazonas hace que en algunos puestos se pueda comprar harina de cazabe, conocida como mañoco.

Los picantes tienen un lugar especial dentro de la mesa llanera por ser adecuados acompañantes de la carne asada y del pescado frito que tanto se consume.  Es recomendable preguntar al vendedor la intensidad del preparado a comprar y sus ingredientes, que van desde ajíes chireles pequeños -pero realmente urticantes-, mangos verdes, leche de vaca,  hasta llegar a los  bachacos llamados “culones”.

La leche es materia prima para una cantidad de alimentos distintivos de la mesa llanera,  entre ellos se cuenta  el queso de mano, torneado en forma de arepas cuando está aún en proceso de cuajar, el queso de año, madurado exactamente durante ese tiempo, la mantequilla llanera y el suero, pensados todos para hacer perfecto maridaje con el maíz y sus derivados como la cachapa y las arepas.

Justo al lado del  peaje de San Fernando se ubica la Casona del Búfalo, dónde puede usted adquirir una variedad de productos derivados de la leche de la búfala. Esta especie vacuna se ha ido aclimatando a los llanos apureños, y se les prefiere por la poca grasa de su carne, y lo productiva de sus reses de ordeño. Así pues, será su oportunidad de degustar el arequipe de leche de búfalo, conocido como “Bufito”, queso para rallar, queso de mano, suero y mantequilla llanera, todos ellos originados en este tipo de animales.

Almorzar a orillas del río

Ya en San Fernando de Apure, uno de los planes turísticos  más usuales es ir a comer a la zona conocida como el Aerorío[W1] , llamado así porque está frente al aeropuerto de la ciudad, y bordeando el río Apure.

Allí   puede degustar  una variedad de peces como el pavón, el dorado, el bagre y coporo, todos ellos fritos. En la mayoría de esos restaurantes es importante informarse de la presentación del plato porque comúnmente le sirven el pescado completo en una bandeja y es necesario tener mucho apetito para comerlo.

Vale la pena visitar Guárico y Apure, disfrutar de sus ríos, paisajes, y comidas tradicionales. La hospitalidad llanera es reconocida, porque el recién llegado siempre es bienvenido en esas soledades, y siempre hay quien desea mostrar con orgullo las bellezas del llano. Así que agarre su maleta, un sombrero y una cámara fotográfica y permítase la oportunidad de llenarse los ojos y el corazón de verde sabanero, azul celeste y horizontes sin obstáculos.

Alba Ysabel Perdomo


Publicado 14 de marzo de 2012 por albaysabel en Crónicas, Viajes

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“Las manos de una madre son los puentes por dónde camina Dios”   1 comment

Ruth Gómez, pura sonrisa y corazón. (Foto cortesía Ruth Gómez)

Una espigada mujer, de contagiosa sonrisa e innegables genes hindúes,  vive y crea en Guayana. Su nombre es Ruth Gomez y defiende la tesis de que los valores humanos residen en los cuentos que se les cuentan las guayanesas a sus hijos.

Una de las mayores bendiciones de la antigüedad era desearle a alguien que la paz de Dios estuviese en su corazón y en su accionar diario. En esta vida caótica, de  crisis económica,  calor, malhumor, colas y muchas cosas por hacer, mirar hacia dentro y llegar a la paz interna, se hace difícil para más de un guayanés.

“Entre Dios y el hombre, lo que hay de por medio es un cuento”, es el argumento principal de la  docente y escritora Ruth Gómez, quien está  escribiendo su cuarto libro de historias sobre valores humanos titulado” Dios me lo contó IV”. Ella es educadora con una especialización hecha en una universidad de la India que versa sobre los valores humanos.

“Mi libro es una recopilación de los tres anteriores, vamos a tomar siete cuentos de los tres anteriores.  Trabajo en este seriado  desde 1992, el segundo libro es dedicado a mi tierra guayanesa, a mi bella madre de Guayana. Ese libro participó en la Conferencia Mundial de Valores Humanos en la India en 1996, con el maestro Satya Sai Baba.  Y fue difundido por América Latina”.  Hoy día la Universidad Nacional Experimental Guayana ofreció su apoyo para  la publicación del cuarto libro. A continuación reproducimos una amena conversación con la multifacética Ruth Gomez:

¿Qué te contó Dios?

“Los cinco valores universales: la verdad, la rectitud, la paz, amor y no violencia, que es la columna vertebral  física mental y espiritual del ser humano y de una sociedad.  Si la gente no  camina con la verdad, no puede tener acción correcta que es la rectitud.  Si no tienes esas dos, no puede haber paz.  Si no tienes verdad,  acción correcta y paz,  no puedes sentir amor y si te faltan todas no puedes practicar la no violencia en pensamiento, palabra y acción. Esa es la idea, aportar este granito de arena a mi comunidad para despertar desde el vientre materno”.

¿Es un remedio que se administra desde temprano?

“Es un libro que deben tener todas las madres, desde que la mujer está embarazada. Deben entender que las manos de una madre son los puentes por donde Dios camina.  Esta es una manera bellísima de enseñarle desde muy temprano a su hijo esa plataforma de los valores  humanos universales, no es religión, es demostrarles que existe la divinidad, y que existe un dios en acción a través de los valores”.

“El único valor que está identificado con los cinco sentidos es la rectitud, por eso se nos hace difícil practicar la acción correcta, cuando te empapas de ellos, empiezas a alimentar bien tus cinco sentidos, lo que ves, lo que escuchas, lo que dices, lo que tocas, lo que  hueles. Te conviertes en tu propio maestro, y  luego tu vida es tu mensaje al mundo”.

¿Cómo te llega esa chispa?

“Simplemente Dios me lo contó, se me despertó la musa. En el año 91, yo quise aprender a ser madre para mi hijo Andrés y me fui a India para aprender a ser madre,  quería ser la maestra de mi hijo y descubrí algo bellísimo, que los hijos son los maestros de la mamá y del papá. Tuve que ir tan lejos para aprender eso”.

“Mi título de docente en valores humanos no fue reconocido, la zona educativa no lo aceptó porque no estaba en la cátedra. Los colegios privados si me dieron la  mano. En el  año 96 mi material fue aceptado en el Pedagógico de Maracay, los 30 cuentos del primer libro “Dios me lo contó”. Presente una tertulia para padres y maestros, con la famosa idea de la escuela para padres. Una amiga me dio la oportunidad de trabajar en San Félix”.

¿Cómo hacer para recuperar los valores en la cotidianidad?

“Las religiones todas son espectaculares, todas van hacia el mismo camino,  el amor. ¿Pero cómo llegas tú al amor? Hay que practicar la verdad, tener acción correcta, paz,  ecuanimidad, calmar la mente. Actualmente aporto los talleres en valores humanos cuando lo requieren”.

¿Donde ves más palpable la falta de valores en esta ciudad?

“En la familia, hay un corto circuito en cada familia”.

¿Y dónde está el punto caliente de ese cortocircuito?

“En la madre. Ella es el arquitecto, la que está formando ese líder para la sociedad o esa carga para la humanidad. Las mujeres somos  diosas, tenemos cinco títulos cósmicos: la lámpara del hogar, la diosa de la fortuna, la guerrera,  la plataforma espiritual y las manos por donde Dios camina. Si hay un cortocircuito en esa mujer y se rompe ese puente, se rompe esa cadena. La familia debe tomar conciencia de la mujer  y la mujer tomar conciencia de la familia, están entrelazados”.

 

¿Cómo vivir mejor en Guayana?

“Tener una buena columna vertebral que son los valores. La mujer tiene que tener calma, se ecuánimes, ser maestras, que nuestros mensajes lleguen a nuestros hijos, si no hay armonía en la familia no puede haber orden en nuestra comunidad”.

Despiece

¿Consejo a la gente de Guayana  para ser mejor ciudadanos?

Es fácil dar consejos, pero nadie puede dar consejos si no los pone en práctica.  Recomiendo que cada uno aplique los cinco valores:

* Camina con la verdad

* Camina con la rectitud

*Ten paz

* Ama, pero no amor al apego, es el amor benevolente, ama cada espacio para que puedas respetar a cada ecología.

* Hay que empezar por uno mismo.

* Se tu propia luz.

 

Alba Ysabel Perdomo

 

 

 

 

 

Publicado 14 de marzo de 2012 por albaysabel en Mujeres de Guayana

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Caronoco: Donde los ríos se entrelazan   Leave a comment

Una de las grandes bellezas del estado Bolívar es el encuentro de dos ríos, Orinoco y Caroní, marrón uno, negro azulado el otro, que se acompañan durante un largo trecho, formando lo que se conoce como Caronoco. Esa pareja de ríos ejemplifican lo ideal de una relación interpersonal, se acompañan, no se diluyen el uno en el otro, sino que mantienen su carácter, color y ecología mientras les corresponde andar juntos.

Hay una leyenda indígena que reza que el Caroní es una mujer y el Orinoco un hombre, de etnias diferentes, que se enamoraron y lucharon con sus respectivas tribus para poder consumar el matrimonio,  que se manifiesta justo en la desembocadura del Orinoco.

“El Caroní es un río de acero negro pulido y entra como una daga limpia en el costado fangoso del monstruo de tierra del Orinoco marrón. Hay un trecho en que no se confunden, el río limpio que viene en la solitaria montaña parece no querer mezclarse con el río turbio y sucio que viene manchado de las tierras dañadas por el hombre», describe magistralmente Arturo Uslar Pietri al fenómeno, que ha generado admiración en todo aquel que lo contempla.

Este paisaje del cual hay pocos en el mundo, se puede disfrutar en Ciudad Guayana, y si su curiosidad llega hasta querer meter la mano en esas aguas cruzadas, es perfectamente válido hacerlo, al pasear por el río en el Catamarán Puertorinoco, embarcación que se toma en el Club Náutico de Ciudad Guayana.

Edgar Yánez,  vicepresidente  de la empresa familiar que maneja el catamarán, explicó que el Caroní es un río que nace en la Gran Sabana, de montaña, mucho más frío y con una coloración negra azulada, mientras que el Orinoco tiene mayor volumen porque trae sedimentos y es mucho más caliente.

La vista varía dependiendo de la época del año, porque cuando el Orinoco está crecido  arropa al Caroní. Sin embargo, es un paseo delicioso de hacer en cualquier época del año,  ya que ofrece la posibilidad de ver de cerca las caídas de agua del Parque La Llovizna y las del Cachamay, así como acercarse a la Isla de Fajardo que se encuentra en el Orinoco,  frente a  San Félix.

Seguros y contentos

Ir en el catamarán es sentir la brisa del río en la cara, tostarse un poco con el sol, ver hermoso paisajes, atardeceres, mientras se disfruta de refrescantes bebidas en compañías de un grupo de amigos y de un experimentado guía. Prometen total seguridad durante el paseo y tienen capacidad hasta para 45 turistas, que cuentan con seguro de accidentes. Las opciones son infinitas, y ellos se ajustan a los deseos del cliente mientras recorren parte del Orinoco, incluyendo paradas en las playas del río.

Cuenta Yánez que en los ocho años de servicio han tenido  actividades de todo tipo, como bodas con el fondo de La Llovizna, despedidas de solteros y hasta servicios fúnebres donde se esparcen cenizas de difuntos en el gran Orinoco. Mencionó además que una vez al mes hacen servicio social paseando a los ancianos de alguna casa de cuidado o a los niños de parroquias más necesitadas.

Diversos planes

Catamarán Puertorinoco es una empresa familiar que nace del sueño de Jorge Yánez de dotar  a Ciudad  Guayana con un puerto turístico para recibir los cruceros internacionales que pasan por esta zona, sin embargo la propuesta tiene un elevado costo y no se ha podido concretar.  Sin embargo, sostienen dos de las empresas turísticas más concurridas de la zona: Casa Bote, un restaurante, bar y discoteca, ubicada en un espacio abierto, flotando sobre el río,  y el Catamarán Puertorinoco.

Hay un grupo de paseos: El mini familiar, tarda dos horas, recorren parte del Orinoco, pasan por la unión de los dos ríos, el Puerto de Ferrominera, la Isla de Fajardo, el Puerto de Palúa y se remonta parte del Caroní, hasta llegar a La Llovizna, incluye una parada en la playa. El horario para este es de martes a domingo,  desde las 10: 30 am.

Ofrecen además un crucero estudiantil, de tres horas de duración y está totalmente diseñado para que jóvenes colegiales disfruten del paseo mientras aprenden sobre el río y la región Guayana.

Otro plan es llamado Atardecer en el Caroní, cuya salida es a las 5:00 de la tarde y contempla un tiempo de navegación de una hora y media, con un itinerario que va desde el Caroní hasta la represa de macagua, el Hotel Alba Guayana y el parque Cachamay, llegando a la unión de los dos ríos al atardecer. Igualmente están en total capacidad de planificar Noches de Luna Llena y cenas románticas entre otras actividades especiales.

El precio es de 180 bolívares por persona. Los niños menores de 5 años no pagan, los menores de 12 pagan la mitad, así como los adultos mayores de 60 años, explicó Yánez. Para comunicarse con ellos debe llamar a los teléfonos (0286) 923.31.47, 923.62.94, y 923.52.89. Tienen igualmente una página en Facebook, que es Puertorinoco catamarán, donde puede leer las opiniones de los clientes satisfechos.

Alba Ysabel Perdomo

 

Publicado 14 de marzo de 2012 por albaysabel en Viajes

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La Gran Sabana, belleza y vida   Leave a comment

 

La hermosa y delicada Quebrada de Jaspe. Foto cortesía Familia Perdomo.

 Cada vez que se empieza a bajar del bosque tropical que forma la Sierra de Lema  y se vislumbra el verdor infinito entremezclado con el azul del cielo abierto  que distingue la sabana, uno siente que llegó a casa y Dios le preparó la mejor bienvenida. Si quiere alejarse del desastre citadino, aquí tiene una opción.

No hay mejor regalo para un ser amado que mostrarle paisajes asombrosos, pozas frías, de aguas blancas, orquídeas y  pájaros libres por doquier. Es tiempo de planear vacaciones, si le aturde la ciudad inmersa en la furia navideña y una excelente recomendación es poner la brújula rumbo a La Gran Sabana, con los ojos bien abiertos, ganas de conversar y de maravillarse ante cada paisaje poderoso y natural.

Son entre seis y siete horas de carretera desde Ciudad Guayana,  recorriendo la troncal 10, que se encuentra en buenas condiciones, salvo un par de tramos afectados por los recientes aguaceros.  El grupo de viajeros debe apertrecharse de ropa cómoda, trajes de baños, sombreros y gorras para proteger la piel del sol. Por ser tiempo de lluvias, hay neblina, ríos rebosantes de aguas muy frías y un clima muy rico.  Recuerde que la Gran Sabana se encuentra a 1400 metros sobre el nivel del mar.  Es importante el uso de protector solar aunque esté nublado y de repelente en crema para espantar a los pupipuris, pequeños insectos que dejan marca en la piel de los visitantes.

Sin embargo, no deje que la distancia lo amilane, cuando su vista se recree con las formaciones rocosas llamadas tepuyes  por los indígenas,  sentirá su corazón batir en el pecho repleto de orgullo por lo hermosa que es nuestra tierra.  Vale la pena llevar una buena cámara fotográfica o de video para poder mostrar a amigos y familiares las bellezas del camino.

La flora de La Gran Sabana es única!

En su recorrido por La Gran Sabana atravesará un aproximado de 10 puentes, y una gran cantidad de saltos, posadas y lugares para quedarse, ya sea en carpa, cuartos y hasta pequeñas cabañas, dependiendo de su presupuesto.  Si se decantó por la carpa, recuerde que el ambiente de la sabana es muy húmedo y frío. Agarre la sobrecarpa y si es posible coloque un plástico aislante debajo de su carpa. Si su economía es restringida, también hay opciones para que disfrute, porque se puede ir hasta en autobús ya que hay líneas que lo llevan a Santa Elena de Uairen y de allí puede hacer distintos paseos.

Lista básica

Haga un maletín para primeros auxilios. Lleve además linterna, baterías, fósforos, porque en la mayoría de los campamentos la electricidad es suministrada por planta eléctrica y la luz se corta a las 11 de la noche.

Porte sus documentos y los de sus familiares en regla, al igual que los del vehículo donde se desplace. La troncal 10 lo lleva hasta Brasil, por una vía de muy buena calidad, existe una gran cantidad de alcabalas donde puede preguntar lo que requiera saber. Es recomendable ponerse la vacuna de la fiebre amarilla para poder cruzar al poblado de Pacaraima, mejor conocido como La Línea, donde podrá comprar recuerdos de Brasil, productos artesanales y cosméticos  para el cabello.

Otro tema importante en la Gran Sabana es la gasolina, preciada y escasa. La precaución de poner el tanque lleno cada vez que pueda es necesaria, porque hay control de las gasolineras por parte de la Guardia Nacional y  se forman enormes colas en Las Claritas y Santa Elena de Uairen.

Eso sí, es muy importante llevar bolsas para recoger los desechos como plásticos, vidrios y latas, para preservar la lozanía de los espacios. También se recomienda el uso de jabón azul para bañarse, con el menor uso posible de químicos que contaminen el agua de los exuberantes ríos.

Pan caliente en media sabana

En cada uno de los campamentos encontrará comida casera y gustosa a buenos precios. Es posible comer empanadas, perros calientes y hasta golfeados  calientes recién hechos en una particular panadería llamada Redtaurant y panadería  Manantial II.  “No está mal escrito el nombre, es que es  la iniciativa es parte de una red de indígenas”, nos explicó amablemente Taide Lanz, administradora del lugar que lleva ya un año y medio abierto.

Lo cierto es que es uno de los cafés con vista privilegiada en toda la nación y es realmente rico saborear una bebida achocolatada  junto al tibio pan de queso mientras se planifica dónde será el chapuzón de la mañana con el resto de la familia. La ubicación exacta de esta panadería es antes del cruce que lleva a Kawi Merú. Debe ir pendiente porque hay letreros de madera anunciando el sitio pero son pequeños.

Sin embargo la afluencia de turistas y camioneros le hará saber que llegó al sitio, junto al aroma de los panes recién horneados. Disponen de nueve mesas bellamente talladas en troncos, con 10 bancos de madera cada una, hechas a mano  por los indígenas, siguiendo esa idea de ser una red que produce unida.

Las panaderas son dos jóvenes muchachas que por sus propios medios han aprendido a hacer pizzas, pan de guayaba, cachitos de jamón y queso, así como tortas para cumpleaños. Atienden desde las cuatro de la mañana hasta las 11 de la noche por turnos.

Agua fría y hermosas cascadas...

 

Abriendo  el corazón

Bañarse en una poza fría de la Gran Sabana vivifica al cuerpo al obligar a la sangre a  fluir con rapidez. Caminar con los tepuyes al fondo del panorama nos permite mesurar nuestra importancia en el equilibrio del planeta. Observar la luna esplendorosa, poder ver a simple vista estrellas fugaces, constelaciones y si tiene suerte hasta la Vía Láctea, escuchar el viento susurrar sus canciones, conversar sobre mitos y costumbres con los indígenas, y maravillarse a cada 100 metros por algo bello y natural, son parte de las vivencias que ofrece este lugar.

Eso sí, honre a la naturaleza, no rompa las plantas, por la particularidad de su constitución, los suelos y la flora tardan años en restaurarse. No se salga de los caminos ya establecidos, sobre todo si su auto es un rústico. No explote el jaspe, si usted se trae una roca o un cuarzo de la naturaleza, tal vez sus nietos no puedan observar esta hermosura. Para finalizar, no abuse del equipo de sonido.

Así pues, no lo piense más, haga su planificación, invite a su familia y prepárese para regalarse los sentidos con la belleza y energía palpitante de uno de los lugares  más ancianos del planeta, repleto de vibraciones de fuerza y espíritu, que pueden cargarlo de cambios positivos y su alma de nuevas ideas. Porque ciertamente Dios estaba sonriendo en el momento en que construyó La Gran Sabana.

Alba Ysabel Perdomo

 

Publicado 14 de marzo de 2012 por albaysabel en Viajes

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